Con permiso, que traigo mis amigos
florecida en un canto mi verdad,
esta hermosa y doliente verdad del alma mía,
que hace tiempo les debo, y aquí está.
Si, señores, yo soy el correntino,
retoño de la estirpe tigrera de Cabral;
no queda bien decirlo, pero pienso,
qué no está mal tampoco recordar.
Nací en un pago azul de cielo y agua,
laguna, estero, río y malezal,
me crié de a caballo, y mi montado
pisa en la huella de la libertad.
Si es que tengo por fuera, como dicen,
la traza agreste de los ñandubay,
estén seguros que aquí dentro llevo
la miel del camoatí en rojo panal.
Tanto que a veces, cuando los recuerdos
me hacen poner medio sentimental,
me basta un vaso de vino, o una guaina,
para decir en verso lo que aprendí a callar.
Por la gracia de Dios soy correntino de las misiones
vine a ver la luz
donde la viera el Padre de la Patria
el José que acunó Rosa Guarú.
No es lo mismo nacer en cualquier parte,
ni es lo mismo saber que no saber,
para ser lo que soy estoy viniendo
de muy lejos, de un tiempo imaguaré.
Desde quien sabe cuando, fui y soy peregrino
buscador de mi propia dignidad,
ando detrás de un canto que me lleva,
hacia el lejano cielo de una tierra sin mal...
Eso sí, antes que nada yo quisiera
con sencilla humildad, reconocer
las dos principales vertientes de mi sangre criolla,
ya que soy mezcla de guaraní con español.
Por un lado el chamán payé del monte
que sueña, reza y baila para alcanzar a Dios,
y por otro el Quijote aventurero,
franciscano, jesuita y español.
También, y ya hace un siglo, me inyectaron
chorros de sangre gringa; italiana con sirio-libanés,
que providencialmente
me afirmaron en mi modo de ser.
Dentro de mi caminan y se encuentran
casi tal cual un indio, el Uruguay
reservado y sereno, y al mismo tiempo
conquistador bravío, el Paraná.
En la memoria de la sangre traigo,
letanía ritual,
una lista de nombres fundadores
que son mi historia y yo quiero nombrar:
Yaguarón, rostro amable de la tierra,
la provincia de Vera y allí mi Taragüi,
Juan Torres, el Tupí, Fray Luis Bolaños,
y esa cruz que alumbró el Arazaty.
Güira Verá, Ñezú, Roque Gonzaléz,
Abiarú el general de Mbororé,
San Juan y sus caciques traicionados,
Pioribí, Azuricá y Antonio Sepp.
Valientes Cazadores Correntinos,
granaderos de temple guaraní
Abucú, Guayaré, Abiyú y Abayá
juntos con Chepoyá y Areguatí.
También los que anduvieron con Belgrano,
con Rondeau y con Artigas: Tiribé, Paracatú,
Thomas y Pindoby; todos ellos gloriosos
que humildemente fueron a morir después.
Pienso en aquel gobernador de las Malvinas,
y el que fuera maestro en Buenos Aires,
y en Paí Pajarito: el cura granadero,
todos ellos se hundieron en el pueblo, y ahora son raíz.
¡La historia! La historia me dejó mil cicatrices,
en el cuero, en el alma y sabe Dios
que he curado en silencio mis heridas,
y que siempre he ofrecido lo mejor.
A Cossio le mandé que diga “Patria”,
y me puse a cuidarla con fervor,
que lo diga Andresito y sus legiones
que murieron peleando al invasor.
Por ser fiel a mis ríos fuí hasta el puerto,
le di a Ferré mi causa federal,
y viví bajo un monte de tacuaras
afilando tijeras de esquilar.
Si bien dije y sostuve que soy república aparte
cuando la Patria quiso ser Nación,
me fui a San Nicolás de los Arroyos,
con la idea y la pluma de Pujol.
Con más de cuatro ejércitos anduve
repartido en mis ganas de servir,
y fui “primera lanza” en esa triste guerra
que enlutara mi suelo guaraní.
Aún me cuesta entender tan mucha muerte,
y no me cicatriza todo el dolor aquel,
quisiera saber bien quienes me usaron
¿quién inventó esa guerra y para qué?
Para más me pusieron en la ropa,
como un payé el color de mi opinión,
y así me entreveré a chuzazo limpio,
de pañuelo celeste o de bincha punzó.
Mi historia... ¿quién escribe la historia?
mi historia es Martín Fierro, y yo digo entre mí
que Dios es justo, y va a llegar el día
en que sepan y entiendan por qué yo soy así.
Porque es por varias cosas que soy de esta manera:
amo la tradición en que nací
me santiguo en la Cruz de los Milagros,
y me ampara la Virgen de Itatí.
Soy fiel a la palabra que he empeñado
y respeto al que sabe respetar,
es mi honra llevar la frente alta,
y tengo por riqueza el trabajo y la amistad.
Todavía no saben por qué mismo,
se calienta mi sangre y sin querer
abro el pecho ni bien una cordiona,
se desata y retoza en chamamé.
Conjuro musical, hijo del viento,
urgencia fraternal de la región,
que arisca y dulcemente bandea las fronteras,
y te obliga a sentirte lo que sos:
Juventud, heredera del sueño americano,
un resumen viviente de gloriosa humildad,
esa mezcla de sangres y ríos torrenciales
que va yendo imparable hacia la libertad.
Por eso no me hallo en la injusticia,
y si aguanto, no se disimular,
por eso pienso y digo: hay que plantarse ya mismo
en esto que es nuestra verdad.
Y arraigados en esta tierra de uno
crecer hacia lo nuevo desde la tradición,
con la mano tendida y como siempre,
de par en par abierto el corazón.
Concientes de que nadie es más que nadie,
y es de todos aquí la obligación,
de ofrecer lo mejor, porque sabemos
que siendo ley pareja no es rigor.
Entonces sí, chamigo, te aseguro
que entre todos haremos realidad
la Patria Grande de nuestros mayores
el sueño que regara la sangre de Cabral.
Entonces sí, señores, yo me juego
y me ofrezco otra vez y una vez más
para hacer que esta América-Esperanza
sea casa del Hombre: ÑANDEROGA,
y por lo tanto LA CASA DE LA PAZ!
Letra: Julián Zini - Julio Cáceres
florecida en un canto mi verdad,
esta hermosa y doliente verdad del alma mía,
que hace tiempo les debo, y aquí está.
Si, señores, yo soy el correntino,
retoño de la estirpe tigrera de Cabral;
no queda bien decirlo, pero pienso,
qué no está mal tampoco recordar.
Nací en un pago azul de cielo y agua,
laguna, estero, río y malezal,
me crié de a caballo, y mi montado
pisa en la huella de la libertad.
Si es que tengo por fuera, como dicen,
la traza agreste de los ñandubay,
estén seguros que aquí dentro llevo
la miel del camoatí en rojo panal.
Tanto que a veces, cuando los recuerdos
me hacen poner medio sentimental,
me basta un vaso de vino, o una guaina,
para decir en verso lo que aprendí a callar.
Por la gracia de Dios soy correntino de las misiones
vine a ver la luz
donde la viera el Padre de la Patria
el José que acunó Rosa Guarú.
No es lo mismo nacer en cualquier parte,
ni es lo mismo saber que no saber,
para ser lo que soy estoy viniendo
de muy lejos, de un tiempo imaguaré.
Desde quien sabe cuando, fui y soy peregrino
buscador de mi propia dignidad,
ando detrás de un canto que me lleva,
hacia el lejano cielo de una tierra sin mal...
Eso sí, antes que nada yo quisiera
con sencilla humildad, reconocer
las dos principales vertientes de mi sangre criolla,
ya que soy mezcla de guaraní con español.
Por un lado el chamán payé del monte
que sueña, reza y baila para alcanzar a Dios,
y por otro el Quijote aventurero,
franciscano, jesuita y español.
También, y ya hace un siglo, me inyectaron
chorros de sangre gringa; italiana con sirio-libanés,
que providencialmente
me afirmaron en mi modo de ser.
Dentro de mi caminan y se encuentran
casi tal cual un indio, el Uruguay
reservado y sereno, y al mismo tiempo
conquistador bravío, el Paraná.
En la memoria de la sangre traigo,
letanía ritual,
una lista de nombres fundadores
que son mi historia y yo quiero nombrar:
Yaguarón, rostro amable de la tierra,
la provincia de Vera y allí mi Taragüi,
Juan Torres, el Tupí, Fray Luis Bolaños,
y esa cruz que alumbró el Arazaty.
Güira Verá, Ñezú, Roque Gonzaléz,
Abiarú el general de Mbororé,
San Juan y sus caciques traicionados,
Pioribí, Azuricá y Antonio Sepp.
Valientes Cazadores Correntinos,
granaderos de temple guaraní
Abucú, Guayaré, Abiyú y Abayá
juntos con Chepoyá y Areguatí.
También los que anduvieron con Belgrano,
con Rondeau y con Artigas: Tiribé, Paracatú,
Thomas y Pindoby; todos ellos gloriosos
que humildemente fueron a morir después.
Pienso en aquel gobernador de las Malvinas,
y el que fuera maestro en Buenos Aires,
y en Paí Pajarito: el cura granadero,
todos ellos se hundieron en el pueblo, y ahora son raíz.
¡La historia! La historia me dejó mil cicatrices,
en el cuero, en el alma y sabe Dios
que he curado en silencio mis heridas,
y que siempre he ofrecido lo mejor.
A Cossio le mandé que diga “Patria”,
y me puse a cuidarla con fervor,
que lo diga Andresito y sus legiones
que murieron peleando al invasor.
Por ser fiel a mis ríos fuí hasta el puerto,
le di a Ferré mi causa federal,
y viví bajo un monte de tacuaras
afilando tijeras de esquilar.
Si bien dije y sostuve que soy república aparte
cuando la Patria quiso ser Nación,
me fui a San Nicolás de los Arroyos,
con la idea y la pluma de Pujol.
Con más de cuatro ejércitos anduve
repartido en mis ganas de servir,
y fui “primera lanza” en esa triste guerra
que enlutara mi suelo guaraní.
Aún me cuesta entender tan mucha muerte,
y no me cicatriza todo el dolor aquel,
quisiera saber bien quienes me usaron
¿quién inventó esa guerra y para qué?
Para más me pusieron en la ropa,
como un payé el color de mi opinión,
y así me entreveré a chuzazo limpio,
de pañuelo celeste o de bincha punzó.
Mi historia... ¿quién escribe la historia?
mi historia es Martín Fierro, y yo digo entre mí
que Dios es justo, y va a llegar el día
en que sepan y entiendan por qué yo soy así.
Porque es por varias cosas que soy de esta manera:
amo la tradición en que nací
me santiguo en la Cruz de los Milagros,
y me ampara la Virgen de Itatí.
Soy fiel a la palabra que he empeñado
y respeto al que sabe respetar,
es mi honra llevar la frente alta,
y tengo por riqueza el trabajo y la amistad.
Todavía no saben por qué mismo,
se calienta mi sangre y sin querer
abro el pecho ni bien una cordiona,
se desata y retoza en chamamé.
Conjuro musical, hijo del viento,
urgencia fraternal de la región,
que arisca y dulcemente bandea las fronteras,
y te obliga a sentirte lo que sos:
Juventud, heredera del sueño americano,
un resumen viviente de gloriosa humildad,
esa mezcla de sangres y ríos torrenciales
que va yendo imparable hacia la libertad.
Por eso no me hallo en la injusticia,
y si aguanto, no se disimular,
por eso pienso y digo: hay que plantarse ya mismo
en esto que es nuestra verdad.
Y arraigados en esta tierra de uno
crecer hacia lo nuevo desde la tradición,
con la mano tendida y como siempre,
de par en par abierto el corazón.
Concientes de que nadie es más que nadie,
y es de todos aquí la obligación,
de ofrecer lo mejor, porque sabemos
que siendo ley pareja no es rigor.
Entonces sí, chamigo, te aseguro
que entre todos haremos realidad
la Patria Grande de nuestros mayores
el sueño que regara la sangre de Cabral.
Entonces sí, señores, yo me juego
y me ofrezco otra vez y una vez más
para hacer que esta América-Esperanza
sea casa del Hombre: ÑANDEROGA,
y por lo tanto LA CASA DE LA PAZ!
Letra: Julián Zini - Julio Cáceres
ESTUPENDA OBRA LA DEL PADRE JULIAN ESA ERA LA PALABRA QUE ESTABA FALTANDO
ResponderEliminarque liiindooooooooo.......me encanta la letra, me fascina la música..los estoy viendo en la fiesta nacional del chamamé por tele..no los conocía, mientras estoy estudiando los empecé a escuchar en la tele que tenía prendida de fondo, y estoy re metida ahí
ResponderEliminarespectacular, como siempre el padre Julian con sus letras enfocada en la cultura correntina, que grande nuestro cura chamamecero, fuerza padre julian que el pueblo correntino esta con voz.
ResponderEliminarUN JUGLAR ...!!!
ResponderEliminarComentario de Guillermo Gabino Codina .GOYA(Ctes.)
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