jueves, 9 de julio de 2015

Osvaldo Sosa Cordero - Chamamé (poema)

La tarde filtra zafiros
sobre el sueño de los pastos.
Un abanico de teros
se agita sobre el pantano.
Se mezclan grises y añiles
bajo el alero del rancho
donde un paisano que puso
su jornada sobre el campo
pulsa una vieja cordiona
y con ella sigue arando.

Los hondos ojos se beben
en silencio aquél ocaso;
la agreste polifonía
le penetra hasta las manos
y van los dedos entonces
apretando y apretando
como requiriendo el zumo
de algún motivo increado.

Y allí el estero y el monte
con su prodigio de pájaros
y el mugido y el relincho
y el palmar y los naranjos.
Caballitos invisibles
van galopando en los bajos
y un son dulce y primitivo
sale volando hacia el campo.

Hombre, paisaje, sosiego,
todo es uno amalgamado
para dar en chamamé
lo que callan mis paisanos...

Poema de Osvaldo Sosa Cordero

Roberto Galarza - Arroyito del recuerdo

I
      G
Arroyito de mi pago
           Am D7        G 
mensajero de mis penas
                                 Bm
llevando espumas y flores
         A#m            Am
te deslizas en la arena.
       E7                        Am
Contemplando tu corriente
                              D7
siento ganas de llorar
recuerdo de aquellos días
                                  G
que nunca más volverán.


II
    G7        E7     C
Arroyito que pasabas
                D7           Bm 
junto a aquel árbol caído
             Em            Am
donde cantaba mi madre
       D7                         G 
mi madre que ya se ha ido.
     G7          E7     C 
En el rumor de tus aguas
         D7                 Bm 
sigue la voz de mi madre
              Em             Am
que me llama dulcemente
                D7                 G
porque el sol baja y es tarde.


Recitado

Sigue corriendo arroyito
lavando mis pies rendidos
con aguas que tienen llanto
que por mi madre yo he vertido...


I
Arroyito cristalino
con aguas color del cielo
a veces lloré en tu orilla
para pedirte consuelo.
Arroyito de mi pago
espejo que tanto quiero
cristal donde se miraba
mi madre que está en el cielo.


II (repite)
Arroyito que pasabas...


Letra y música: Pirca Rojas - Roberto Galarza
Transcripción y acordes por Alejandro Aristimuño

Rosendo y Ofelia - La que regresa

I
         Fm   
Qué lindo era el cielo, Juana
                A#m           
el cielo manso que había en tu pueblo
                             D#
si cuando lo recordabas
                 G#
un no sé qué te estallaba adentro.
       F
Y ahora que lo estás viendo
                     A#m
se te hace un nudo en medio del pecho
   C#                 A#m 
acaso lo estés mirando
                      G7                     C7 
como antes nunca pudiste hacerlo.
        Fm 
Después de abrazar a todos
               A#m
te irás despacio a cruzar tu pueblo
                             D#
que nadie te diga nada
                   G#
a ver si es cierto que tus recuerdos
        F
te ayudan a caminarlo
                A#m 
tal como siempre supiste hacerlo
         C#                         A#m
no importa que esté cambiado
            G7                     C7     
tu corazón va a reconocerlo.


II
      A#m
Caminarás
                          D#                        G#          
cruzando la arboleda hasta el callejón
                           C#                 A#m
después en la placita, al caer el sol
                     C7                  Fm 
verás si todavía viene el Zenón
                     F7                A#m 
a darte florecitas con emoción
                              D#                       G#  
qué lindo fue ese tiempo, qué lindo fue
                       C#               A#m
a veces recordarlo te hacía bien
                       C7                       Fm
las penas se te iban pensando en él.


I
Qué lejos aquellas noches
de las bailantas en lo de Elvira
si aún te tiemblan las piernas
cuando recuerdas cómo te ibas
subida a esos tacos altos
que eran tan altos que no podías
bailar ni aunque te abrazaran
como el Zenón te abrazó aquel día.


II
Tu corazón
saltando como un niño o como un gorrión
descubre que tu pueblo es solo una flor
que deja su perfume en cada rincón.
Que tengas que marcharte no importa ya
la flor está en tu pecho y la llevarás
y vayas donde vayas perfumará
saberlo ha de ayudarte cuando no estás.


Letra y música: Teresa Parodi
Acordes por Alejandro Aristimuño

Mateo Villaba - Corrientes

I
         F
Que lindo es tu cielo azul Corrientes
                                        Gm
así tiene el corazón tu gente
                                                   C7   
Que bravo es tu Paraná, Corrientes,
                                                  F
y cuando calienta el sol se siente.
En una noche de abril, Corrientes,
                                          Gm    
viví mi primer amor ardiente
                                               C7
con una guaina porá, Corrientes,
                                               F        
sabrosa como el chipá caliente.


II
             F
Cielo correntino,

donde las estrellas se van en hileras
                  C7
para estar allí.
Cerca de tu gente, cerca de tus montes,
                                                F
cerca de tus ríos, tierra guaraní.

La dulce armonía,
de una serenata
en noche de luna,
                      C7
allá en el confín,
donde nace el canto, bien chamamecero,
                                                  F  
pueblo correntino donde yo nací.


I
Que rojo pinta el ceibal, Corrientes
y crece tu naranjal, que suerte
Tus hijos piden por ti, Corrientes,
a la Virgen de Itatí creyentes.
El cielo te da su luz, Corrientes,
bendiciendo a tu país valiente.
Arpegio de chamamé te crece,
eterno como tu sol, Corrientes...


II (repite pero subiendo un tono)
Cielo correntino...


Letra y música: Roberto Mazza - Mateo Villalba
Acordes por Alejandro Aristimuño

Roberto Galarza - Viento norte

I
    E                                Am-E
Viento norte, viento ardiente
que vas poniendo en mi frente
tu mano que huele a monte,
                          B7
a mataco y a perdiz.
  F#m                         A7-B7
Viento norte de mi Chaco
afiebrado y pasionero
como canto de boyero
                                       A-E
que desde el fuerte quebracho
 E7                        A
dice su pena del macho
                                     E
mientras mira que se aleja
                            B7
por la picada monteja
                                      E
rumbeando el cachapecero.


II
 E7                             A
Norte, mi viento nortero
aliento de Tata Dios
                                   E
nuestra tierra chaqueñera
está sedienta y espera
                                 F#m
tu llanto de macho herido
                                 B7
sobre su carne de olvido
                                 E
que maduró el algodón.


I
Viento norte silbo ardiente
canción de cuna corriente
para el hijo chaqueñero
que del monte hizo su hogar.
Viento norte, tierra y fuego
esperanza del labriego
que cruzando te acaricia
sobre el blanco algodonero.
Sueño de agua hecho angustia
sueño de ojos al cielo,
sueño de sueño y desvelo
cuando empiezas a silbar.


II (repite)
Viento, mi viento nortero...

                    C-B7-E
Viento norte de mi Chaaaco...


Letra y música: Ana Nícoli - Roberto Galarza
Transcripción y acordes por Alejandro Aristimuño

Toto Semhan - Maestra de campo

Por la pereza del tiempo
el otoño estaba tibio,
ya que en el Chaco, el verano
es como dueño del sitio.
Y a veces demora en irse
sin importarle el destino.
Por eso es que aquella tarde
cuando bajó en la estación
del lerdo tren en que vino
su cuerpito era una brasa
por nuestro clima encendido.

Y se quedó en el andén
como asustada y con frío
por querer disimular
su temor a estar tan sola
y sin saber el camino.
A más mujer, buena moza
y en pago desconocido.

Pero al momento nomás,
las toscas manos de un gringo,
callosas de tanto arar
y de pelearlo al destino
se acercaron bondadosas
y con ternura de niño
le dieron la bienvenida
en nombre de la escuelita
que hace mucho la esperaba
triste en el medio del monte
para alegrar a sus hijos.

Subieron al viejo carro
de aquel colono sufrido,
y comenzaron a andar
entre una nube del polvo
por el reseco camino.
Cuando llegaron al rancho
la noche ya había encendido
sus farolitos del cielo
y el canto arisco del grillo,
y fue por eso tal vez
que entre las cuatro paredes
de aquel su humilde cuartito
una angustiosa tristeza
entraba a clavar cuchillos
como queriendo matar
esa noble vocación
que en su pecho había nacido.

Pero llegó la mañana
y el sol con todo su brillo
desdibujó las tinieblas
que habían querido torcer
las huellas de su destino.
Y aunque llorando por dentro
masticando soledad
en aquel lejano sitio
puso firmeza en su andar
y fue a buscar el amor
de aquel puñado de niños
que hace rato la esperaba
en la escuelita de campo
clavada en Pampa del Indio.

Y desde entonces su vida
se hizo horcón de guayacán
se hizo paredes de adobe
se hizo terrón para el quincho
y armó con todos sus años
aquel rancho para el alma
con un letrero invisible
que decía en letras de amor
"aquí hay saber y cariño".

Y fueron 30 los años
y fueron muchos los niños
que luego se hicieron hombres
y mandaron a sus hijos.
Ella, ella no pudo tenerlos
porque la flor de su vida
se marchitó entre los montes
y nunca llegó el amor
a golpear en la ventana
de su rancho de cariño.

La escuela, le había pedido
hasta ese sacrificio
que se quedase soltera
porque precisaba intacto
todo el amor que tuviera
para entregarlo a los chicos.
Y en eso, en eso de darlo todo,
un tibio día recibió
en una nota oficial
algo que la estremeció:
después de mucho esperar
el concejo le anunciaba
que había sido jubilada
en premio por su labor.

¿Era premio o era castigo?
mil veces se preguntó.
No se vaya señorita,
quédese a vivir aquí,
si nosotros la queremos
por qué se tiene que ir.
Esas voces y unas manos
que se agitaban sin ruido
fueron únicos testigos
de aquella amarga partida.

La polvareda del sulky
y manitos color tierra
fueron su único homenaje
en aquella despedida.
¡Adiós señorita Rosa!
¡Adiós maestra de campo!
en usted a todos les canto
los maestros de mi tierra
no sé si mi estrofa encierra
y expresa lo que yo siento,
pero tan solo pretendo
oponer a tanto olvido
mi simple agradecimiento,
ya que la Patria les debe
el más grande y merecido
de todos los monumentos. 

Poema de Luis Landriscina