miércoles, 1 de junio de 2016

Edgar Estigarribia - Sollozo de un acordeón (poema)

Los dedos invisibles de un duende amanecido
o un puñado de teclas se acercan a jugar
y un acordeona blanca se llena de sonidos
como si descendiera de lo desconocido
el corazón del dueño para resucitar.
Así van desfilando muy suave en el teclado
las dulces melodías que nunca morirán...
Siempre al comienzo surge la tierna "Madrecita"
y luego, como un potro salvaje que relincha
retoza "El Curuzucuateño" pidiendo un sapucay.
El concierto se extiende hasta la madrugada
hora en que el visitante se tiene que alejar
como no halló en el cielo aquel blanco teclado
y es para el Rey un niño que solloza en sus brazos,
lo sigue consolando desde la eternidad.
Son serios musiqueros que vienen comentando
que si a la verdulera la dejan sin guardar
en las noches serenas según Altamirano
se rompe aquel silencio
como si una extraña mano
muy suave en su teclado se pone a ejecutar.
No te extrañes paisano si una noche cualquiera
tu acordeón de dos hileras comienza a rezongar
es Tarragó, el Maestro, que llega de visita
y después de haber tocado su dulce "Madrecita"
al reino de los cielos regresará...


Poema de Edgar Estigarribia
Transcripción por Alejandro Aristimuño